En una de las mañanas calurosas del mes de octubre decidí cumplir con un viejo compromiso contraído con el campesino Carlos Guerra Abascal, a quien había hecho una entrevista, pues es uno de los más destacados campesinos de la zona en la producción de miel, propóleo y cera, y que tiene su vivienda y su finca a un kilómetro aproximadamente del Cruce de Las Delicias, en lo que se conoce como el camino del Pontón, perteneciente al Consejo Popular de San Agustín.

Para cumplir con mi meta, temprano en la mañana abordé una de las llamadas “Motorolas”, transporte alternativo de los últimos tiempos y después de aproximadamente 40 minutos de viaje a través de lo que fue, primero la carretera, luego el terraplén y ahora Camino en mal estado a San Agustín, me bajé en el Cruce de Las Delicias y emprendí mi camino a pie hasta el mencionado lugar. El objetivo de mi viaje, visitar en la finca de Carlos Guerra lo que han llamado tanto él como sus vecinos “El Mirador de Carlitos” ubicado a 25 metros de su vivienda y a 50 del camino , un pintoresco lugar que llama la atención de los transeúntes de la zona y que se levanta a una altura de 14 metros a nivel del terreno.

Lo que más llama la atención de este mirador es que fue construido bordeando una planta gigante de Jagüey, dentro de la cual, curiosamente, nació una de Dátil que se levanta como un gigante por encima del mástil ubicado en lo más alto del mismo y que cada año florece, dándole un toque de belleza natural.

El acceso a la cima de este suigéneris mirador se realiza a través de los 40 escalones construidos de una fuerte madera que sobreviven intactos al paso del tiempo, fijados a cabillas de una pulgada, barandas de barras de acero y tres descansos, todo este andamiaje con fuertes cables de acero anclados a bases de concretos en tierra, que permiten un ascenso seguro y en el que se puede ir divisando la belleza  de la floresta que predomina en estos tiempos, producto a las bendecidas lluvias. En lo más alto, un local de dos metros y medios cuadrados le sirve a los visitantes para refrescar el intenso sudor que le provoca el ascenso, al recibir la fresca brisa que bate intensamente producto a la altura.

Una vez en lo más alto del “Mirador de Carlitos”, donde me tomé una foto junto a él, se puede divisar un bello paisaje que da una sensación de sosiego donde predominan, a lo lejos, las bellas palmas reales que parecen más pequeñas de lo que son y que se mecen con la brisa dando la sensación de verdes bailarinas que alegran con sus danzas el rupestre e imaginario teatro  de la campiña del lugar. Para el descenso, no menos  riesgoso que la subida, el visitante puede deslizarse desde el primer descanso hasta el suelo a través de una canal liza o lo que se conoce como Tobogán, preparado para culminar el paseo a través del “Mirador de Carlitos”

De regreso a mi casa después de haber disfrutado de este lindo paseo de trabajo y con la satisfacción que provoca el haber cumplido con el compromiso hecho a Carlitos días antes, me preguntaba  que si las condiciones económicas lo permitieran este bello mirador pudiera ser una  buena opción y convertirse  en un parque natural  para pasar un  rato agradable y disfrutar de las bondades del campo .

 

 

 

 


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