Las mujeres cubanas siempre presentes en todas las tareas de la Revolución.
En cada rincón del país, las madres emprendedoras demuestran que el amor y la dedicación no tienen límites. Desde pequeños negocios hasta grandes proyectos, su esfuerzo diario construye hogares y motiva a futuras generaciones. En el surco, en las calles, mercados y talleres, su ingenio transforma sueños en realidades. Son el corazón de la economía familiar y el ejemplo de que con perseverancia todo es posible.
En las aulas, las maestras no solo educan, sino que crían con paciencia y sabiduría a cientos de niños. Su labor va más allá de enseñar: escuchan, aconsejan y forjan carácter. En hospitales y clínicas, las enfermeras y doctoras madres brindan cuidado con manos cálidas y mirada compasiva. Su jornada no termina al salir del trabajo, porque en casa las espera otra batalla llena de abrazos y deberes.
El campo también late fuerte gracias a las madres agricultoras y ganaderas. Con las manos en la tierra y el sol sobre sus espaldas, siembran esperanza y cosechan sustento para sus familias. Son guardianas de tradiciones que alimentan pueblos enteros. Su conexión con la naturaleza enseña el valor del trabajo honesto y el respeto por la vida.
Estas mujeres llevan sobre sus hombros el peso de múltiples roles, pero nunca dejan de sonreír. Entre facturas y tareas, entre pacientes y alumnos, entre surcos y animales, encuentran tiempo para ser pilares inquebrantables. Su historia no siempre aparece en titulares, pero su huella perdura en cada vida que tocan. Hoy, como todos los días, merecen más que flores: reconocimiento y apoyo .
A todas las madres trabajadoras, esta crónica es un homenaje a su lucha silenciosa pero incomparable. Que su ejemplo nos recuerde, porque detrás de cada avance social hay una mujer que dio todo sin pedir nada a cambio. ¡Gracias por ser faro, refugio y motor del mundo!
