San Agustín de Aguarás, es el poblado más antiguo de este municipio holguinero de Calixto García y uno de los más añejos del territorio holguinero, surgido durante el período del desarrollo mercantil fomentado en Cuba desde mediados del siglo XVII.
El vecindario comenzó a crecer a ambos lados del camino del Rey, que unía a Holguín con la Villa del Puerto del Príncipe, hoy Camaguey, cuando aparecen hacia la zona central y oriental del país las haciendas ganaderas como novedosa manera de organizar la propiedad de la tierra.
Según la historia, el 28 de agosto de 1864, tras desaparecer por un incendio la primera ermita construida por emigrados españoles en la zona de La Asturiana, se construye una nueva iglesia un kilómetro más al este y el naciente caserío es bautizado con el nombre de este santo renovador de la fe católica.
De acuerdo con el padrón de 1873, San Agustín de Aguarás era ya un cuartón del Partido de Guabasiabo, distinguido, además, por un paseo y un café colonial de 1896; una casa vernácula de 1912 y la famosa acera de la familia Prieto.
Este viernes, los hijos del ilustre terruño calixteño podrán apreciar muchas de las huellas marcadas por el tiempo, reliquias que harán dichosos los ojos de cientos de personas, pues quedará abierta allí, en un aula de la Escuela Primaria Camilo Cienfuegos, la muestra transitoria, de lo que será la primera Sala-Museo, sin dudas, un hito socio-cultural en esa ilustre localidad.
Es casi imposible creer que en menos de dos meses, una intrépida joven, Yarismilka Marrero García y un grupo de colaboradores hayan podido atesorar cientos de objetos, desde algunas de las ollas en las que se producían las añejas y famosas raspaduras de San Agustín, pasando por fotografías, medallas, libros, documentos, hasta el dichoso lápiz que dio origen a este desborde de pasión.
“Caminaba hacia la casa de una tía, cuando me llama Norge “el ponchero”, y me dice que le habían hecho un regalo pero que él creía que era más importante que yo como maestra, lo tuviera, un lápiz de la antigua casa Lerma, con más de ochenta años de existencia. De momento le agradecí muy sinceramente, pero enseguida algo me empezó a martillar, y ya vez, aquello fue el pasado 25 de abril y hoy, a menos de dos meses, el aula que con tanto amor nos ha prestado la dirección de la escuela ya se hace pequeña para tantas valiosas muestras”.
Dicen que una buena parte de los Sanagustineros andan rebosados de alegría, como hormigas, cargando en sus hombros y manos su propia historia, algo de extraordinaria importancia para los de hoy y los de mañana.