“Antes de tirar las posturas, todos me decían que estaba medio loco, que me iba a empeñar por un buen tiempo, hasta uno de mis hermanos que es experto en este cultivo me aconsejó que no me arriesgara, pero yo soy cabezón y ya estás viendo esta belleza”.

A unos pocos metros de la entrada de la  finca del usufructuario Onnier Téllez Díaz, cercana al barrio de Los Arroyos, la vista de cualquier ser humano se deleita al estrellarse con un mar verde de poco más de hectárea y media, donde los trabajadores de menor talla apenas se ven entre el frondoso follaje de las hojas.

Usufructuario Onnier Téllez Díaz

Onnier, oriundo del barrio de Manantiales, tuvo una niñez de mucha faena campo adentro: “no hay trabajo que se haga en las labores agropecuarias que yo no domine, sobre todo los de cultivar, andar con bueyes, romper tierra, surcar, sembrar, desyerbar, en fin, todo lo que huele a trabajo duro, ahí estoy, ah y jugar pelota, que es mi otra gran pasión”.

Y en verdad, como pelotero tiene una hoja de servicios muy similar a la de campesino, más de veinte temporadas en los campeonatos municipales, con ocho títulos en diferentes equipos y categorías, la mitad de ellos con la novena de Guayabo, donde es más que un ídolo.

Ahora con casi una caballería de tierra, como usufructuario, este hombre de trato agradable y fiel a su palabra, tiene que hacer contratación de fuerza laboral cuando algunos de los sembrados están en pico de cosechas o como es el caso de la vega de tabaco, que requiere atención permanente, para la cual la prestancia femenina es de mucha valía.

“Yo aquí con Onnier trabajo a gusto porque es un hombre maravilloso en su trato y cuidadoso con todos pero en especial con nosotras las mujeres, es muy comprensivo y para nada le gusta el abuso, quisiera que siempre tuviera que trabajar con él”, así se expresa Yolanda Rodríguez Ochoa, quien reside en La Guacacoa, distante, a poco más de dos kilómetros de la finca.

En momentos en que la siembra del tabaco disminuyó ostensiblemente en la geografía calixteña, este campesino decidió arriesgarse, porque, como dice el dicho, y el me lo recordó: “el que no arriesga no triunfa”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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