El Chino Vera ama sus raíces campesinas.

Si usted pregunta en Buenaventura por Ricardo Vera Viamontes  de seguro que pocas o ninguna  persona le responde afirmativamente,  que sí que lo conoce,  pero si  aclara que oyó decir que le dicen el “chino” Vera, entonces la búsqueda del personaje se hace más fácil, se lo aseguro.

 Nacido hace más de 70 años en este poblado del  occidente holguinero,  luego de culminar  el sexto grado,  se incorporó a la escuela formadora de maestros “Oscar Lucero Moya” donde en la misma aula coincidió, por azares  de la vida,  con María Elena Medina Ferrer, una adolescente  holguinera que “me hizo cambiar  para siempre la frecuencia de un   corazón enamorado”.

Conocido y admirado por sus compañeros del magisterio y estimado por sus alumnos, Vera Viamonte, o el chino Vera, sembró conciencia en aulas de varios niveles educativos en Calixto García  por más de 40 años, muchos de ellos en  la Escuela Secundaria Básica del poblado que lo vio nacer.

El matimonio de María Elena y Chiro formador de generaciones de educandos por más de cuarenta años.

 Ahora está jubilado, pero siempre pensando en sus educandos, en el aula, la tiza, el borrador, todo le huele a escuela;  la primera fue la “René Oreste Reiné” o Cabezo Dos, del llamado plan San Andrés de escuelas en el campo.

 Caracterizó su ética profesional la constante preocupación porque el contenido de su  Biología,  no se convirtiera  en letra muerta sino   que sus discípulos aplicaran  lo asimilado  a la vida práctica,  lo que fue siempre una constante entre sus propuestas educativas como libro abierto de la pedagogía revolucionaria.

 Desde que arribé en la década del noventa a  este poblado del occidente holguinero oí hablar de él hasta que un buen día coincidimos y entablé conversación y una amistad  que se ha  consolidado con el tiempo.

Es un hombre humilde, sencillo, de palabra fácil, ágil;  en su juventud practicó varios deportes entre ellos el ajedrez y su preferido el  béisbol, a tal punto que estuvo casi en la selección nacional de este y así lo recuerdan como un short stop de primera clase.

 Al verlo cada mañana desplazarse de su casa a la unidad El buen Gusto en busca del pan de cada jornada  uno se complace en escucharlo con sus ocurrencias de juglar espontáneo, y sin más acá o allá se inspira, y con esa memoria asombrosa decir versos   surgidos al momento; con una de sus estrofas me atrapó uno de estos días:

“Aquí tengo a José Luis,

Un hombre, que en su escrito se distingue,

Conversando con Minerva y su esposo Domíngue.”

 Y otra que surge de su espontaneidad y que no deja de tratar un  tema actual:

 “Buenaventura mi pueblo tan adorado,

¿Dime que lugar te queda que no te hayan arrendado?

 Al chino Vera le contenta tener una familia unida, dos hijos y dos nietas, una esposa que como él se especializó en la biología, y una madre que ya traspasó el siglo de vida con una vitalidad envidiable para su edad.

 Ya me despido del amigo, “por ahora”, me recuerda, y vuelve a la carga: “Voy para arriba y para abajo porque yo ¡camino como un tren!”. Hasta más ver Ricardo Vera Viamontes, o mejor, Chino Vera,  juglar de Buenaventura, el poeta espontáneo de un poblado que lo admira, lo respeta, y que lo vio nacer hace  setenta y una  primaveras.

 

 


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