La cultura es un proceso de difusión, creación, asimilación y asentamiento de ideas y valores en los que se funda una sociedad en una época determinada.Todos somos portadores de la cultura adquirida por vía oral, por imitación en el núcleo familiar, hasta nuestra integración en los más complejos vínculos grupales.

La cultura popular tradicional es un proceso dinámico y continuo. Es el conjunto de expresiones y manifestaciones o valores, generados, creados en una sociedad o grupo humano específico con un condicionamiento histórico dado.Se trasmite o difunde de una generación a otra, fundamentalmente por vía oral o imitación.

La cultura del hombre de campo es mayormente de este tipo y nuestro municipio ha sido, acertadamente, considerado el más campesino de los municipios holguineros. Así que los orígenes de nuestra cultura local, que no son muy diferentes de los de otras regiones del país, sí tienen sus particularidades y están muy vinculados con la vida campesina.

En otras palabras, los orígenes de nuestra cultura están muy ligados, a las labores agrícolas, a la crianza de ganado, a las construcciones de las casas del campo y a las maneras de divertirse, creencias religiosas y maneras de expresarse de nuestros primeros campesinos.

Nuestros campesinos tenían maneras muy específicas de relacionarse socialmente con los miembros de su comunidad, de compartir y actuar en el hogar y de recibir a los extraños que por una razón u otra incursionaban en sus predios,con los que eran muy respetuosos y hospitalarios.Si bien la mayoría de nuestros hombres de campo, y dentro de ellos, casi por totalidad las mujeres, eran analfabetas, los campesinos eran ejemplo de educación formal y eran portadores de elevados valores humanos, entre los que destacaba la honradez.

Durante el siglo XIX dos grandes acontecimientos bélicos alteraron el curso de la vida cotidiana de los campesinos, únicos habitantes de nuestro territorio.Estos dos torbellinos interrumpieron el proceso normal de trasmisión de valores culturales de padres a hijos.Sin embargo, dentro de la misma guerra se produjo un fenómeno que terminó por enriquecer la cultura local: la vida en las prefecturas mambisas.

Las prefecturas mambisas fueron centros aglutinadores de la población civil, donde los valores culturales, es decir la sabiduría popular, los modos de comportamiento, los saberes, se compartieron. También se crearon, enriquecieron o llegaron valores nuevos que se asimilaron y permanecieron en nuestro territorio, como la décima y el espiritismo de cordón. Podemos decir que las prefecturas mambisas fueron la mayor contribución de nuestro territorio a las luchas independentistas y no puede ignorarse lo que estas instituciones aportaron al crecimiento poblacional y al enriquecimiento de nuestra cultura.

Los habitantes de las prefecturas fortalecieron sus valores patrióticos y tomaron conciencia del valor de la libertad y los derechos del hombre libre.Como ejemplo de estos acontecimientos culturales que tenían lugar en las prefecturas están las anotaciones en el diario del mayor general Calixto García de las celebraciones que tenían lugar en la subprefectura de Las Mantecas.O las tertulias literarias que tenían lugar en Mala Noche en torno a la maestra mambisa Consuelo Álvarez Valdés.

El fin de la guerra de independencia en 1898 y el inicio del nuevo siglo trajo aparejado cambios bruscos en la vida cotidiana de nuestros pobladores. Al disolverse las prefecturas mambisas los campesinos locales regresaron a sus predios y los que no eran de nuestros territorios abandonaron la zona ante la imposibilidad de encontrar trabajo.  Esto produjo una disminución drástica de la población local, pero para 1907 esta había crecido gracias a migraciones impulsadas por tres procesos muy vinculados: el desmonte de madera, la construcción de la línea de ferrocarril y la creación de nuevos asentamientos poblacionales.

Para laborar en estas tareas llegaron un sinnúmero de nacionales y extranjeros, mayormente españoles, haitianos y chinos. Sin embargo, la presencia de estos extranjeros no tuvo una influencia destacada en la cultura local, al contrario, fueron ellos los que se aplatanaron.

El triunfo de la Revolución en 1959 significó un cambio radical y profundo en los procesos culturales que tenían lugar en la sociedad local y que se habían visto interrumpidos por el periodo de lucha armada que inició en 1957. El modo de enfrentar las tareas diarias, el trabajo, las actividades en el hogar y el tiempo libre sufrieron también cambios sustanciales. Los carnavales, fiestas urbanas o de pequeños poblados experimentaron igualmente transformaciones sustanciales.

En los años sesenta y setenta estas fiestas de pueblo eran muy variadas e iban mucho más allá de la simple oferta de cerveza, comida y música. Fue la cultura organizada por el Estado, buscando la participación activa de todas las personas, la que ha tenido el mayor peso desde 1959 hasta ahora. A inicios de los años sesenta se puso en funcionamiento una estrategia cultural que tendría amplios resultados y que hoy perdura.

 

 

 


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