Hoy, cuando me acerco a las tres semanas de ingreso en el Hospital Lucía Íñiguez Landín y, teniendo en el colimador el Día de San Valentín, me veo obligado a compartir con ustedes momentos de extraordinario valor espiritual.
La historia de Mirta Serrano Ríos, por ejemplo, es digna de elogios, una octogenaria que rompió las barreras impuestas por sus dos hijos y se trasladó varias veces desde su casa, en el reparto Zayas, hasta el Clínico. Así nos contaba está carismática señora.
"Mi familia es muy corta, dos muchachones, Cary con su responsabilidad de médico y Gaspar, aquí ingresado, aunque ellos no quieren que venga, nadie me puede detener porque a pesar de los 84, me siento fuerte y vengo, subo los cinco pisos y aquí estoy con él, dándole el tierno amor de madre, que es uno de los mejores medicamentos. Para mí no es ningún sacrificio, es una obligación".
Inmensa doña Mirta, nacida en las cercanías de Tacajó, dónde con apenas doce años se convirtió en costurera, para ayudar a la familia. En 1960 parte para la Escuela Ana Betancourt, en La Habana, donde el día de la graduación es sorprendida con un regalo del Comandante en Jefe Fidel.
"No lo podíamos creer, se apareció Fidel al teatro y nos dijo que el premio al esfuerzo era una máquina de coser, gesto tan bello que nunca olvidaré. Regresé a casa y estaban alfabetizando, conocí a uno de los jóvenes que cumplía tan noble labor, Gaspar Fundichely Morales, vivía en el pueblo de Antilla, apenas nos conocimos y Cupido flechó nuestros corazones, un matrimonio de medio siglo, hasta su fallecimiento en 2011".
Muchas son las vivencias de infinito amor que he disfrutado en medio de esta difícil situación de salud que estoy padeciendo. El caso de la enfermera Liliannet también merece un aparte, esbelta joven, enamorada de una de las más altruistas profesiones, días y noches con las pupilas en vilo, al cuidado de sueros, medicamentos orales o intravenosos, presión arterial, estados febriles, en fin una labor de puro humanismo.
"Amo mi profesión, es difícil, sobre todo en estos tiempos, pero aquí estamos con un trato de mucho respeto y cariño hacia los pacientes. Y mira, hoy me ves atendiendo a mi padre, es un momento especial, de mucho amor y gratitud, pues él y mi madre me educaron, me enseñaron que hacer el bien es una obligación del ser humano, estoy orgullosa de ser enfermera, nací para servir ".
Decenas de historias como estas pudiera plasmar en este intento de reportaje, entre ellas la gentil acogida y el diálogo preciso de la doctora Eliet, así como la amabilidad, el respeto y el cariño mostrados por todo el personal médico y paramédico de esta Sala de Hematología, ejemplo de cuando se desborda la pasión, con poco se logra mucho.
Y en mi caso, qué decir de las muestras infinitas de amor mostradas por decenas de calixteños y familiares, dispuestos a entregarme su propia sangre, de hecho, de varias de esas donaciones es el preciado líquido que hoy corre desafiante por mis venas. Entonces me pregunto: ¿existe un ejemplo más grande de amor que ese? por supuesto que NO.
Nada amigas y amigos , y no menciono nombres porque sería muy extensa la relación. Termino como inicié: ¡Vivan las bellas y altruistas historias de amor en los tiempos de hospital!.