Imagen tomada de Internet
Hay días en los que la vida se parece a un café compartido: caliente, amargo o dulce según cómo se prepare, pero siempre reconfortante. Así es la amistad, un ritual sin ceremonias, un refugio sin puertas. No necesita contrato ni reloj; se teje con hilos invisibles que sostienen y perduran en el tiempo.
Los amigos son los testigos involuntarios de nuestras caídas . Nos ven tropezar con los mismos obstáculos, repitiendo errores como si fueran lecciones pendientes, y aún así no se rinden. Nos entregan una mirada que dice: "Estoy aquí, toma mi mano, aquí está mi hombro, no porque tengas razón, sino porque eres tú".
Hay amistades que llegan en el momento exacto, como paraguas en medio de un aguacero. Otras se van, dejando un espacio que duele, pero también enseñando que algunos vínculos no se rompen, solo se transforman. Y están aquellas que permanecen, arraigadas como viejos árboles, cuyas raíces se entrelazan con nuestras propias historias.
La verdadera amistad se niega a ser desechable, sobrevive a las distancias, a los malentendidos, incluso al tiempo. Porque no se trata de de quién llega primero, sino de quién se queda cuando todos se han ido.
Hoy brindo por esos cómplices anónimos que convierten los días grises en historias para recordar. Por los que guardan nuestros secretos como si fueran suyos, los que nos eligen sin condiciones y los que, sin saberlo, nos salvan con una palabra o un simple abrazo.
La amistad no se decreta, se cultiva. No se exige, se ofrece. Y cuando es verdadera, se parece a esas estrellas que siguen brillando incluso cuando no las miramos.
La amistad sincera no da lugar a la duda, no necesita explicaciones. No hay que forzarla, ni disculparse por ser uno mismo. Es como respirar… natural, necesario. Un verdadero amigo… es el que elige quedarse, incluso cuando las puertas están abiertas.
Por eso en este día de la amistad , solo quiero decirle a los buenos amigos, gracias. Gracias por ser, , por animar, acompañar,en fin ,gracias por existir .