Una de las grandes pasiones de nuestro pueblo, el fútbol
En medio del entusiasmo colectivo que caracterizó los primeros años de la Revolución Cubana, el deporte encontró en aquella nueva sociedad un espacio para desarrollarse con sentido social, comunitario y profundamente popular. En este contexto, la creación del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), en 1961, marcó un antes y un después en la historia del movimiento atlético cubano.
Aquí, en nuestro municipio, el 26 de julio —aniversario del asalto al Cuartel Moncada— se convirtió muy pronto en una fecha especial también para los amantes del deporte. Según nos cuenta Andrés Freddy Almaguer desde los primeros años de existencia del INDER, las celebraciones cobraron un matiz particular, donde el esfuerzo físico, la disciplina y la integración se mezclaban con el fervor revolucionario.
“Recuerdo con nostalgia cómo se organizaban entonces las llamadas “copas” entre centros de trabajo. Eran competencias sencillas pero llenas de significado, donde empleados de diferentes instituciones demostraban no solo habilidad física, sino también el espíritu de unidad que se pretendía fomentar. Los campos improvisados se convertían en escenarios de alegría y camaradería, y cada partido era una excusa para reunir a vecinos, familias y amigos” nos dice emocionado Freddy.
Los trabajadores del deporte, desde instructores hasta árbitros y entrenadores, participaban activamente en los desfiles locales y provinciales, así como en cambios de labor y trabajo voluntarios. Era una forma de visibilizar el papel del deporte como herramienta de transformación social. Marchar por las calles principales del municipio, vestidos con camisetas blancas y portando pancartas relacionadas con el movimiento olímpico popular, era un acto de orgullo y compromiso.
Pero no todo eran marchas y copas. También se desarrollaban festivales deportivos y recreativos que inundaban de vida las plazas y polideportivos. Se realizaban carreras, juegos tradicionales, exhibiciones gimnásticas y torneos de atletismo que atraían a cientos de personas. Las áreas deportivas eran engalanadas con pancartas, banderas y dibujos hechos por los mismos jóvenes del barrio, que se sentían partícipes de algo más grande que un simple evento: una celebración del pueblo en movimiento.
Uno de los impulsores fundamentales de esta efervescencia fue Orlando Proenza, uno de los primeros fundadores del INDER en nuestro territorio. Su figura fue clave para motivar a todo el gremio deportivo a involucrarse activamente en las actividades comunitarias del 26 de julio. Con su voz firme y su sonrisa contagiosa, siempre animaba a los instructores, entrenadores y dirigentes a no quedarse al margen, sino a ser parte protagónica de esa gran fiesta popular que se extendía por toda la geografía municipal.
“Gracias a hombres y mujeres como él, el deporte dejó de ser privilegio de unos pocos para convertirse en patrimonio de todos. Hoy, al recordar aquellos días, no puedo evitar sentir un profundo respeto por aquellos primeros esfuerzos, por ese entusiasmo que, sin grandes recursos ni infraestructura sofisticada, logró sembrar en cada comunidad el amor por el deporte y el compromiso con la Revolución” abundó Pachí.
El 26 de julio sigue siendo una fecha importante, y aunque los tiempos han cambiado, el legado del INDER y de quienes lo construyeron con sus manos y corazón sigue vigente: el deporte como vehículo de educación, salud y unidad.