Jorge Omar y Daniela unidos por el amor

Era ella una adolescente que vivía campo adentro, en San Ramón, donde había nacido.Era él un jovencito, que residía en Buenaventura, su pueblo natal.A ella le llamaba mucho la atención cuando lo veía pasar.El, por el contrario, casi siempre que transitaba frente a su casa, a pie o a caballo, iba pensando en cómo mejorar el ganado que había en la finca de su abuelo paterno, en el barrio de La Piedra, a poco más de un kilómetro de la vivienda de la chiquilla.

Como era de esperar, por la premura natural de desarrollo del cuerpo femenino, en poco tiempo, Daniela Ricardo Martínez se convirtió en una esbelta joven, con una figura  muy simpática y atractiva.Fue entonces que  “las flechas de Cupido”, hicieron que los ojos de Jorge Omar Cruz García, se perdieran con mirada profunda y con una fuerza  incontrolable cuando se acercaban a la vivienda de Daniela.

Muchas veces, las miradas de ambos se encontraron, y según testigos, las chispas que sacaban, llenaban de alegría el entorno, con peligro a provocar un amoroso incendio.Por suerte, el amor tomó las riendas de la situación, y la unión matrimonial evitó que el fuego se propagara, quedando solo las llamas cotidianas en la intimidad del hogar y en el andar por la finca y otros lugares, ya fuese  físicamente o en el pensamiento.

Tan grande es la pasión de ambos, que desde hace cerca de dos años, “Tin”, como lo conocen familiares y amigos y su compañera decidieron construir una casita en una de las faldas de la Loma de la Bartola, asumiendo la responsabilidad de diecinueve hectáreas en usufructo, con un solo vecino a más de dos kilómetros a la redonda.

“Usted me vio nacer y ya sabe que mi vida es trabajar el ganado, algo que viene en la sangre, mi abuelo primero y luego mi papá, también de nombre Jorge Omar, Ingeniero Agrónomo y dirigente desde hace décadas en la Agricultura, a ellos les debo mi formación y a mi mamá Idelisa, por ellos me hice Agrónomo, me gradué hace poco en la Universidad de aquí”.

jorge Omar, recibe su título de Ingeniero Agrónomo ,junto a Daniela y el hijo Jorge Rafael(del primer matrimonio)

Ella en tanto, se hizo maestra en la escuela formadora de la ciudad de Holguín, y cada mañana, después de compartir algunas tareas del madrugador ordeño, se trepa en la Guaranda que lleva la leche  a los niños de la barriada de Jagüeyes, en la que está enclavada la escuela Leonor Pérez, donde trabaja impartiendo inglés.

Aunque con nosotros apenas quiso hablar, dicen que a las niñas y niños les enseña muy bien. Por fortuna siempre logramos sacarle algunas palabras: “no que va, si a mi no me gustan las entrevistas, pero solo le diré que estoy aquí porque amo a mi esposo y porque me gusta el campo y los animales, tanto o más que a él”.

El pasado mes de diciembre estuve en la discusión de la tesis de Jorgito, como también le decimos. Su trabajo sobre el tratamiento y el logro de mayor rendimiento de carne ovina, experimentado en su finca, fue reconocido y aplaudido, sin embargo su verdadero mundo son los vacunos.

Después de varias invitaciones, hace unos días, prendí el motor de mis dos piernas y en plena madrugada salí por toda la carretera central, buscando Jagüeyes, al llegar a la curva de Los Vázquez, entré a la izquierda, la linterna del celular me ayudó a lidiar con las piedras del camino, llegué en pleno apogeo del ordeño, no lo creían, pero allí estaba, para vivir parte de sus experiencias diarias: “Que bueno que lo está observando y no escuchando, dígame si es difícil o no para dos jóvenes como nosotros, estar en medio de estas sabanas, aquí los perros jíbaros se han comido unos cuantos animales, chivos, ovejas y si no se cuidan los terneros, se los comen también, yo les digo a mis padres que esto si es amor a la ganadería y también deseos de prosperar”. Así nos decía “Tin” en plena madrugada, un domingo del pasado mes de marzo.

Como bien se conoce la vida de un trabajador pecuario es extremadamente dura, porque son muchas las actividades que deciden el resultado final del propósito, de esta manera lo confirma este optimista joven: “Fíjese si la vida del ganadero es difícil que ya estoy buscando pacas de yerba a lugares bien distantes porque la sequía se está acentuando demasiado, por suerte algo que no puede faltar al ganado lo tengo que es el agua, lo otro es tratar que la masa esté saludable, que no te falte un padrote de calidad, para que la gestación sea lo más rápida posible, hay que estar dando vueltas a los potreros, porque como dice el dicho “el ojo del amo engorda el caballo” y cuando llegan los meses lluviosos, entonces hay que levantarse a las tres de la madrugada, ya que el piso es de tierra y se hace molesto y más lento el ordeño”.

Jorge Omar siente pasión por la ganadería.

Confieso que mi caminata en medio de la oscuridad valió la pena, pues conocí algunos elementos del trabajo en las vaquerías, como el orden que las propias vacas se van dando a la hora de ir a entregar la ubre, algo que se hace inviolable, además conocí un poco más a esta pareja de jóvenes, una muestra del valor de la enseñanza de la familia y el optimismo y la responsabilidad de luchar por alcanzar metas superiores.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Podcast RJ

Campeón béisbol municipal Las Delicias 2023

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