En un artículo anterior exponíamos que la ucronía es una técnica que consiste en relatar una historia sobre un hecho real pero reconstruida mezclando y presentando personalidades y hechos que en verdad sucedieron e incluyéndole acontecimientos, diálogos y personajes que no son verídicos, pero sí verosímiles, creíbles; es decir que pudieron haber existido o pudieron haber tenido lugar. Nuevamente usaremos esta técnica para presentar brevemente como fue la partida de las tropas mambisas desde Mala Noche.

Justo Magín Valdés, prefecto de Mala Noche, se enteró de la partida de las tropas por el propio José Miró Argenter, que le comunicó los avituallamientos inmediatos que precisaban y la necesidad de despejar el lugar de los visitantes. Desde esa propia noche saldrían las primeras fuerzas buscando las márgenes del río Cauto rumbo a Las Tunas y luego al Camagüey. Junto al Jefe de Estado Mayor recorrió todo el campamento comunicando a las mujeres y demás familiares que debían despedirse de los suyos y abandonar el área.

Debajo del enorme cedro del patio familiar, insurrectos y mambises de la zona intercambiaban saludos de despedida. Magín conocía a muchos de ellos. No pocos eran sus ahijados. Los había visto crecer y hacerse hombres. Ahora eran apartados del lado de sus familias por el torbellino de la guerra. Se separaban con dolor, pero resignados. Estaba contento de que hasta ese momento ningún familiar se hubiera presentado con justificaciones para que su hijo o esposo no marchara al cumplimiento con la patria alegando necesidades del hogar. Ya tendría él que atenderles.

Allí estaba la comadre Carmela despidiendo a su Julián, que era el único sostén de la familia, pero que no había dudado en incorporarse a las tropas. Era su ahijado y trabajaba en la finca con él antes de la guerra. Le quería como un hijo. Su padre había muerto en la Guerra Grande. Fue y abrazó al muchacho. También divisó al compadre Salustiano que decía adiós a su Manuelito, apenas un adolescente, pero sin miedo. Era el que domaba los potros más cerreros en toda la zona. También era su ahijado y novio de una de sus sobrinas. Los dos vieron cuando la madre colgaba una medalla de la Virgen de la Caridad del Cobre en el pecho del hijo. Miró observó que era un gesto que se repetía constantemente.

-A la Patrona de Cuba le encomiendan la vida de sus seres queridos, comentó.

-Es una virgen mambisa, insurrecta, patriota y cubana, agregó Magín y es una virgen de acá de Oriente, de nosotros.

El día 3 de noviembre, alrededor de las 6 de la mañana el grueso de la columna invasora partió desde Mala Noche por el camino de Las Tunas hacia Occidente. ¡Dios los ampare y los proteja!, ¡la virgencita del Cobre va con ustedes, mijos!, repetían las mujeres y viraban el rostro bebiéndose las lágrimas en la medida que pasaban frente a ellas las tropas. Antes, Maceo, montado en su caballo y con una parte de las tropas reunidas leyó una proclama que había estado preparando desde unos cuantos días atrás. En ella arengaba a sus soldados por ser los elegidos para llevar las armas triunfadoras hasta los confines de Occidente y auxiliar a los insurrectos de aquellas regiones, que les esperaban para emprender la campaña con la completa derrota del enemigo y la independencia de la Patria. Les señalaba que le habían elegido como jefe y Lugarteniente General en cumplimiento de un deber patriótico y ese sería un cargo que desempeñaría con la rectitud y honradez de su carácter, que no habría de quebrar las armas españolas. Terminaba recordándoles a los orientales que la suerte de la patria estaba en sus manos.

Un poco antes, en la despedida de las tropas se dejaron escuchar las notas de “La Bayamesa” interpretada por la orquesta que la noche antes había amenizado la fiesta.

 


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