Imagen de archivo tomada de Internet

La ucronía consiste en relatar una historia sobre un hecho real pero reconstruida mezclando y presentando personalidades y hechos que en verdad sucedieron e incluyéndole acontecimientos, diálogos y personajes que no son verídicos, pero sí verosímiles, creíbles; es decir que pudieron haber existido o haber tenido lugar, pero no se han encontrado evidencias de que fue de esa manera y por ello son solo fruto de la imaginación del escritor. 

Dicho de otra forma: la reconstrucción razonada de episodios históricos, diálogos, etc., dando por cierto acontecimientos no acaecidos o de los que no hay seguridad, pero que, por lógica, por simple raciocinio, pudiéramos creer que sucedieron. De manera más fácil y conclusiva: un poco de utopía, de libertad artística, de imaginación, de fantasía aplicada a la historia. Usaremos esta técnica para presentar brevemente lo que tuvo lugar en Mala Noche en la fiesta de despedida de las tropas mambisas que marchaban a occidente.

Maceo y varios oficiales de su estado mayor llegaron cuando el humilde salón estaba casi lleno. Habían ubicado decenas de taburetes y bancos improvisados alrededor de la sala. Cuando entró se hizo silencio total. Las mujeres ataviadas de vestidos de los más diversos colores le saludaban con una grácil reverencia y una sonrisa. El general, muy serio, hizo un ligero y breve movimiento de cabeza como saludo y se sentó en un taburete.

- ¡Viva el general Maceo!, gritó una aguda voz femenina y todos los presentes le respondieron con un viva estruendoso.

- ¡Viva Cuba libre!, gritó otra chillona voz de mujer y la multitud la respaldó de igual forma con otra exclamación atronadora.

Maceo que se había levantado volvió a sentarse. Dos de sus ayudantes se pararon detrás de él. Miró, ahora su jefe de Estado Mayor, se sentó a su lado, junto a él estaban su esposa e hija,  y a continuación se colocaron otros altos oficiales y  Justo Magín Valdés, el prefecto de Mala Noche. En la parte de afuera de la vivienda había grupos de insurrectos que conversaban con sus esposas, hermanas e hijas. Eran los familiares de los mambises de la zona que habían venido a despedirles porque les parecía que probablemente no volverían a verles más. Muchos de ellos jamás habían salido del barrio y nunca habían pasado una noche fuera de casa antes de iniciar la guerra. Marchar al occidente, abandonar el terruño, familiares y amigos ante el llamado del deber patrio constituía el mayor reto de sus vidas.

La orquesta comenzó a tocar y varios militares jóvenes se aproximaron a los improvisados bancos donde estaban las mujeres y las invitaron a bailar inclinándose frente a ellas con un leve movimiento del cuerpo. Las damas respondían con una sonrisa teatral que dejaban escapar sacando sus caras medio ocultas detrás de los abanicos. Pronto todo el salón, que se hacía pequeño para tantas parejas, estuvo en movimiento. Las sombras entrelazadas de las parejas chocaban y se retorcían, fundiéndose y separándose contra las paredes de tabla de palmas.

Al terminar la segunda interpretación de la orquesta Miró se puso de pie y pidió silencio. Agradeció a las damas holguineras el haber contribuido a organizar aquella despedida de las tropas y presentó a su hija Remedio, quien recitó unas décimas dedicadas a Maceo. Todos los concurrentes aplaudieron y se volvieron a escuchar voces dando vivas al general y a Cuba libre. Esta vez fueron respondidas ruidosamente por los presentes y por los insurrectos y sus familias que rodeaban la casa. Mientras, Magín se acercó a su sobrina.

La orquesta comenzó a tocar de nuevo. Justo Magín Valdés se acercó a Maceo.

-General, le dijo inclinándose respetuosamente al llegar, si usted desea bailar, mi madre o mi esposa están dispuestas a hacerlo con usted.

Maceo sonrió con amabilidad, durante toda la fiesta su mente había estado en otra parte. Había tenido que salir más de una vez a recibir informaciones de sus subalternos. No todos los hombres solicitados habían arribado y no podía seguir dilatando su permanencia en aquel lugar. Estaba seguro que ya las tropas españolas conocían su estancia en Mala Noche y aquella festividad le parecía imprudente. Hasta las mujeres de la ciudad sabían de nuestra llegada, pensó.

-Gracias por su deferencia conmigo, Magín. Se lo agradezco profundamente, pero no bailo. Sin embargo, me dijo usted que su sobrina también nos deleitaría con unas décimas, ¿no?

-Así es general, cuando termine la orquesta.

Consuelo Álvarez Valdés esperó a que la música se apagara completamente. Las parejas se detuvieron y comenzaron a conversar. Unos en el mismo lugar donde habían acabado de danzar, otros regresando a sus asientos. La muchacha se movió al centro del salón y se detuvo en medio de la habitación. Los presentes al percatarse de sus intenciones de hacer uso de la palabra se fueron callando hasta que reinó el silencio. Consuelo suspiró hondamente y declamó una poesía donde destacaba el valor y la gallardía de los que marchaban a occidente. Al terminar, sugestionada por la multitud, pronunció con fuerza una serie de frases: ¡A Vueltabajo guerreros!,¡Hasta La Habana orientales!,¡que tiemble el león ibérico!; ¡qué se escuche en Madrid el tropel de nuestros caballos!;¡cumplid con el gran caudillo!, ¡y cumplid con la memoria de nuestros muertos!; ¡Viva Cuba Libre! .El estruendoso aplauso la sorprendió.

Los músicos los respaldaron haciendo sonar sus instrumentos con fuerzas y el sonido fue ensordecedor.


Podcast RJ

Campeón béisbol municipal Las Delicias 2023

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