A la llegada a Buenaventura, procedente de Las Tunas, un mar de flores rojas, amarillas y blancas, perfuman la vista de los viajeros.
Es el jardín de Roberto Carralero González, que lleva un cuarto de siglo embelleciendo este punto de la geografía calixteña, garantizando preciosos regalos y haciendo más llevaderos difíciles momentos familiares.
“Mi primera profesión fue la de pedagogo, ahí estuve como dos décadas, pero en una visita a la familia de mi esposa, que reside en la ciudad de Palma Soriano, quedé hechizado con el colorido del vergel que se observaba en los alrededores de la vivienda”, así, emocionado, comentó.
En esta parcela, de aproximadamente media hectárea, hay un tornasol de matices durante los doce meses del año: “Nosotros tratamos de que para cada fecha de interés, Día del amor, de las madres, los padres, la etapa veraniega y fin de año, tener, por lo menos dos propuestas de flores, que permitan que los solicitantes se marchen complacidos”, acotó el otrora maestro.
Carralero González, quien tributa sus producciones a la Cooperativa de Créditos y Servicios Cristino Naranjo, del barrio de Jagüeyes, siente malestar por las inclemencias del tiempo: “En los últimos meses la sequía nos ha golpeado con fuerza, no hemos podido echar a los arbolitos toda el agua que necesitan, ni siembra alguna de especies que teníamos en planes, por eso, solo dispondremos para el ya cercano Día de las madres, de las afamadas rosas, en sus tres colores: rojo, blanco y amarillo, así como las también gustadas azucenas”.
Deseoso de que la lluvia inunde el bello jardín de Buenaventura, Roberto, su dueño, y los trabajadores que lo acompañan en la loable faena diaria, esperan por sus clientes, para con mucho respeto, satisfacer sus gustos, a la medida de sus posibilidades.{jcomments on}
