Cuando me situé frente a mi máquina a redactar este comentario retorné en mi memoria 43 años atrás; fue la primera vez que ejercía ese derecho universal, y de responsabilidad, de decidir por una constitución democrática que respaldaría la continuidad del proyecto socialista.
Apenas habían trascurridos uno seis meses de experiencia laboral, forjada al calor de las transformaciones educacionales de la década del 70, cuando acudí al colegio electoral donde ejercí con orgullo el voto de aprobación a la Constitución de 1976.
La Ley de leyes de ese año le dio fuerza legal a las trasformaciones basadas en el Poder Popular y a la nueva división política administrativa que acercó el pueblo al gobierno, basado en la posibilidad de elegir y ser elegido.
Investigando en la historia constitucional de nuestro país me remonté a la constitución del 40, considerada como una de la más progresistas de su época en América Latina, en lo que incidió el empuje revolucionario de la clase obrera y de líderes como Blas Roca Calderío.
Y ahora este 24 de febrero, como muchos cubanos, también votaré Sí por llevar adelante la Revolución del Moncada, del Granma y la Sierra Maestra, de la lucha clandestina y Girón, razones para un voto positivo por esta Carta Magna.
En la historia de la Revolución existen ejemplos de la participación ciudadana, pero sin dudas el proceso de consulta del proyecto de constitución no tiene precedentes cuando se trata de someter al consenso popular el contenido de la constitución, la que resultó corregida en su contenido a partir de las recomendaciones, propuestas y desacuerdos expuestos.
A 150 años de nuestra primera constitución mambisa, aprobada en Guáimaro el 10 de abril de 1869, este 24 de febrero aprobaremos por voto libre y secreto, mediante referendo popular y como expresión de unidad nacional, las bases legales que sustentan la continuidad de la actualización de un modelo económico y social socialista próspero, razones suficientes para votar Sí.